martes, 12 de julio de 2011

PLANTA- COCA



La planta de la coca (Erythroxylum coca) es nativa de las zonas tropicales y subtropicales de América. A pesar de su amplia distribución en America ecuatorial, en Ecuador es casi ausente y desconocida Se han encontrado 14 especies de coca en Ecuador, dos de ellas cultivadas: Erythroxylum coca var. coca y Erythroxylum novogranatense var. truxillense. La primera se da en condiciones húmedas y la segunda en climas secos.
Noticias de los cronistas españoles ratifican la presencia extendida de la coca en el territorio del actual Ecuador. En efecto, existían terrazas y plantaciones de coca desde el valle de Chota/Mira hasta Loja. Y en el Oriente, la cuenca del río Quijos era conocida como “la provincia de la coca”. Además, testimonios de los nativos daban cuenta del trueque de coca por los mercaderes norteños (mindaláes), y el cultivo extensivo y reglamentado que existió en tiempos de los Incas. En resumen, los pueblos pre-colombinos apreciaban la coca por sus cualidades anestésicas, estimulantes, eróticas, y como un medio de adivinación y ofrenda. Por eso la cultivaban e intercambiaban a lo largo y ancho del Ecuador.

USO DE LA COCA





Indígenas de los diferentes países andinos han utilizado tradicionalmente la hoja de coca. En el Ecuador las culturas preincásicas de la Costa, Sierra y Amazonia la utilizaban como parte de los rituales religiosos.

El conocimiento y utilización de las hojas de coca, así como de muchas otras plantas estimulantes, narcóticas y alucinógenas es muy antigua y difundida entrelos indígenas americanos, a igual que en el resto de los pueblos del mundo de ayer y de hoy. Prueba de la antigüedad del uso de la coca en Sudamérica son los numerosos hallazgos arqueológicos, algunos con más de 5 mil años de antigüedad, que evidencian lo arraigado de su uso entre los primeros pobladores del continente. 

Existen, por ejemplo, piezas de cerámicas halladas en las costas de Ecuador y Perú,  las cuales representan un rostro humano con las mejillas hinchadas por el "bocado" "cocada",  "acullico" o "chacchada", a la manera tradicional. Estatuillas de oro colombianas, las cuales llevan en sus manos una vasija con ofrendas de coca; y hasta momias junto a las cuales se han encontrado saquitos de coca y algunas hojas dispuestas a su alrededor. 



En efecto se acostumbraba -y aun muchos pueblos andinos acostumbran- depositar hojas de coca entre los labios de los muertos para protegerlos de los posibles peligros del más allá. Igualmente los caminantes arrojaban una hoja de coca sobre las tumbas que encontraban en su camino. Y hasta el propio camino se medía a base de la cocada, o sea, la duración de los efectos de un "acullico", un bocado de hojas: unos 40 minutos, durante los cuales se pueden recorrer unos tres kilómetros en terreno llano, y dos, cuesta arriba.

Es una planta que requiere muchos cuidados y que los indios no escatiman en prodigárselos. Se reproduce por semillas las cuales se siembran en almácigos. Luego de transcurrir el primer año, se les transplanta en hileras, en tierra muy bien labrada, cuidando mucho la disposición de las raíces y la limpieza del suelo, ya que de doblarse la raíces la nueva planta se secaría (en los Andes se siembra en un sistema de terrazas a fin de garantizar la humedad que requiere la planta). La primera recolección de hojas (llamada en quechua jinchunchaña) se realiza a los dos años, pero como la planta está débil todavía, apenas se cosechan unas cuantas hojas a fin de evitar que muera.

Tres o cuatro meses después, se realiza una verdadera cosecha arrancando con mucho cuidado la mayoría de las hojas. Esta tarea se repetirá cada tres meses o mit'a, cuando las hojas tienen color verde. El número y épocas de cosechas al año varía según la zona. En Amazonas, al parecer las hojas se recolectan según se van necesitando. En los Andes, al otro día de la cosecha las hojas son extendidas al sol cuidando siempre que no se recalienten y ennegrezcan, a fin de que adquieran una consistencia especifica, sin humedad y sin mucha resequedad, ya que de esto dependerá la calidad de la cocada. 

Los indios toman algunas hojas de coca las cuales mastican hasta lograr el tamaño deseado, luego le agregan la llipta, o la cal, que mezclan con la coca en su boca. La coca así consumida no es tóxica para el individuo, sino que posee un efecto cardiotónico y estimulante necesario para contrarrestar el efecto de la altura a que suelen vivir en los Andes, estimulando la respiración y aumentando la energía de las contracciones musculares. El mascar coca no tiene efectos estupefacientes sino estimulantes por lo que no debe confundirse la adición a la cocaína con el hábito de consumir coca 
de muchos pueblos indígenas.   

Las hojas de cocas y las predicciones

Entre los aborígenes quichuas este acuyico cumplía un rol de ritual mitológico, actualmente es entregado como ofrenda a la Pachamama al tiempo que se implora su amparo.En la Puna es utilizado por adivinos para predecir el porvenir (Acuyicomancia); unos estudian la consistencia para extraer conclusiones, en tanto que otros observan su color y la forma que adoptan cuando se los aplasta con una roca; algunos otros los dejan secar sobre un papel al sol y analizan las manchas que se producen en el papel.Algunos hechiceros Puneños aconsejan enterrar el “acuyico” cuando su dueño está enfermo y no arrojarlo en cualquier parte, con el fin de evitar “daños”que puedan agravar el mal, variante rural sin duda, de la medicina preventiva.Su utilización es diversa y extensa pero, en síntesis, podría ser un residuo masticatorio que tiene características mágicas singulares y goza en general del afecto del usuario, que agradecen sus bondades dándole virtudes mánticas y místicas supletorias, como si se tratara de un ente con vida propia y muerte útil

LLIPTA



Recipiente de formas antropomorfas que eran utilizados para guardar una sustancia conocida como llipta (ceniza en quichua) que debía ser introducida en la boca junto con las hojas secas de coca (Erythroxylon). Estos recipientes eran conocidos en los Andes como cajas de llipta, lliptapurus o poporos. Al juzgar por la forma, los diseños de su decoración y por las diversas materias utilizadas en su elaboración, se puede suponer que su importancia simbólica era grande. La caja de llipta fue un auxiliar indispensable en el consumo de la coca.
Al masticar, la saliva hidrataba la mezcla de hojas y llipta, provocando la liberación de los alcaloides contenidos en la coca, durante el proceso lento de trituración y molienda. La acción repetida de mascar desintegra y compacta los elementos, formándose luego una bola que se guarda al interior de uno, o de los dos cachetes. El jugo que se extrae en el proceso de la masticación es ingerido lentamente por el usuario. La llipta solía ser una mezcla de ceniza y cal (fosfato de calcio) que debía ser guardada, en seco, dentro de un recipiente seguro, provisto de una boca restringida. Se extraía la llipta con una espátula que servía para compactar y dosificar la mezcla.

COQUEROS EN EL ECUADOR


Las estatuillas de la cultura Capulí que representan varones están sentadas en taburetes, tienen la cabeza pequeña y el rostro enmarcado por una melena corta, ojos almendrados, mentón ligeramente hacia delante, tronco largo y manos sobre las rodillas o portando instrumentos musicales. Como única prenda de vestir lucen un taparrabos cuyos extremos ciñen a la cintura. A veces llevan una banda terciada entre hombro y cintura, que en ocasiones remata en una pequeña bolsa. Las estatuillas que representan mujeres son fisonómicamente similares a las de varones, pero poseen una larga cabellera, visten una falda que cae desde la cintura hasta los tobillos y siempre aparecen sentadas en el suelo. Los alfareros representaron a estos individuos masticando coca. Esta era consumida tal como lo hacen hoy los indígenas en los Andes: masticando un puñado de hojas secas hasta formar un bolo que presiona sobre la mejilla produciendo una notoria protuberancia en la cara. La bolsa que llevan en bandolera puede haber servido para guardar las hojas. El hecho de que muchos "coqueros" aparezcan sentados en taburetes, señala su alto rango social y el hallazgo de máscaras de "coqueros" sobre el rostro de difuntos, sugiere que el significado asociado a este estimulante acompañaba a los muertos notables en el más allá. Claramente la coca fue un recurso sumamente importante en la sociedad Capulí, Valdivia, Jama coaque y según la historia los Incas también utilizaron la coca.

COCA Y SHAMANISMO



EL desarrollo que conocieron los grupos humanos hacia esquemas complejos de relación en el ámbito de la América prehispánica, evolucionó desde etapas iniciales de igualdad social a otras de estructuración jerárquica y de especialización, expresadas en los conceptos de banda, tribu, jefatura y estado. La aparición del shamán como individuo diferenciado dentro de esas incipientes sociedades y con capacidades para vincular el ámbito divino de los espíritus con el terrenal, reflejaba un cambio en las relaciones internas del grupo y de éste con el medio, consecuencia manifiesta de la búsqueda de garantías en su devenir existencial y de respuestas ante acontecimientos inexplicables en los que los dioses jugaban su papel. Ello alcanzó su mayor grado de complejidad en las sociedades urbanas, en las que el sacerdote se convertiría en el heredero inmediato de la tradición shamanística, recayendo en él funciones religiosas y políticas de indudable trascendencia. El reconocimiento del vínculo entre sociedades de escasa estructuración interna y la aparición del shamanismo justifica la existencia, desde fases cazadoras-recolectoras iniciales, de individuos especializados con dedicación parcial, capaces de comunicarse con los poderes sobrenaturales para curar enfermedades con la ayuda de los efectos catárticos del ritual o para predecir el futuro, aunque en ocasiones ese conocimiento del mundo selectivo era empleado para la coacción, ya que se podían causar males por medio de hechizos.


La consideración como especialista reconocía socialmente al shamán, quien actuaba no dentro del esquema de calendarios sagrados preestablecidos, sino determinado por situaciones concretas.
Unas actividades que, perpetuadas a lo largo del tiempo, adquieren en su dimensión social un carácter integrador a través de la ejecución de actos simbólicos que implicaban la participación activa de los individuos, y donde las fuerzas naturales y sobrenaturales eran puestas bajo control, adquiriendo significado dentro de su patrón cultural, y conllevando por parte de la comunidad el mejor desarrollo de las actividades cotidianas, gracias al bienestar social y físico de sus miembros.
Su comunicación con unos espíritus que toman formas animales, como serpientes, aves rapaces, primates y felinos básicamente, y de elementos de la naturaleza, como viento, lluvia y trueno, dieron lugar a la aparición de composiciones simbióticas de lo humano, animal y natural de carácter mágico-religioso, generalizadas en toda la América prehispánica. Reflejo de un concepto animista del cosmos, la imbricación existencial de seres humanos, animales y cosas, garantizó a los shamanes su perpetuación en el tiempo, y si bien inicialmente su aparición habría que ponerla en relación con incipientes excedentes de producción que permitieron la especialización de algunos elementos de la sociedad, su presencia en etapas evolutivas más desarrolladas hablan de su trascendencia dentro de las culturas prehispánicas.

El conocimiento que se tiene en la actualidad del shamanismo en el periodo prehispánico ha sido proporcionado por la información aportada por las fuentes históricas, por la arqueología a través de restos materiales, entre los que destaca una producción escultórica figurativa de uso exclusivo, y la etnografía comparada, que nos aporta, a través del conocimiento de sociedades indígenas actuales, propuestas que se consideran en un estado similar al que alcanzaron aquellos grupos.
Esas representaciones escultóricas muestran al shamán como un individuo en posiciones ceremoniales, sentado, recostado, mascando coca, inmerso en sueños o vistiendo y adornando su cuerpo de una manera especial, con símbolos diferenciadores y expresivos de sus poderes.
Una apariencia externa en ocasiones complementada con una iconografía fantástica en la que los elementos humanos y animales han expresado una dimensión sobrenatural propiciatoria, reflejo de su papel intercesor con los dioses. La presencia de éstos en el arte de las culturas prehispánicas ecuatorianas no es excepcional. Desde los periodos iniciales del Formativo en culturas como Valdivia, aparecen ataviados con una indumentaria ritual en la que sobresalen tocados, collares y orejeras, que se mantiene durante el periodo del Desarrollo Regional en la cultura Tolita. Características que, complementadas con el detalle de las actitudes, ya que es frecuente mostrarlos realizando rituales en los que se consumen productos sicotrópicos o alucinógenos indispensables para efectuar su viaje al Otro Mundo, se mantendrán inmutables tanto en la región costera como en la andina hasta el periodo de Integración.